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La reina Ester respondió:

—Si Su Majestad quiere agradarme y si le parece bien, le pido respetar mi vida y también la de mi pueblo. Esa es mi petición. Porque mi pueblo y yo hemos sido vendidos para ser arruinados, asesinados y aniquilados. Si solo hubiéramos sido vendidos como esclavos, me habría quedado callada porque ese no sería un problema suficientemente importante como para molestar al rey.

Entonces el rey Jerjes le preguntó a la reina Ester:

—¿Quién es y dónde está aquel que se atrevió a pensar en hacerle a tu pueblo cosa semejante?

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